Luis Inácio Lula da Silva asumió este domingo por tercera vez la presidencia de Brasil y se comprometió a “gobernar para los 215 millones” de brasileños, porque “a nadie le interesa un país en pie de guerra”, al hablar desde el Palacio del Planalto, donde le impuso la banda un grupo de personas elegidos entre la población, luego de que el presidente saliente, Jair Bolsonaro, abandonara el país para no entregarle en persona los atributos del mando.

Tampoco el vicepresidente saliente, Hamilton Mourao, quiso colocarle la banda presidencial a Lula, luego de que hasta este domingo el único presidente que no había entregado la banda a su sucesor era el dictador João Figueiredo, que se negó a participar de la asunción de José Sarney, en 1985.

Ante la deserción de Bolsonaro y Mourao, Aline Sousa, una mujer negra de 33 años, fue la encargada de cruzarle el símbolo presidencial -una tradición instituida desde 1910- acompañada por el cacique Raoni Metuktire, de 90 años, líder del pueblo Kayapó; además de un metalúrgico, un profesor, una cocinera, un hombre con parálisis cerebral, un artesano y un niño.

A un costado, la flamante primera dama, Rosángela da Silva, Janja, a quién adjudican la idea, miraba la escena emocionada.

Tal como lo había dicho más temprano ante el Congreso, Lula da Silva le dijo a los 40.000 manifestantes que la seguridad permitió ingresar a la explanada del Planalto que se propone “reconstruir el país” tras el “proceso de destrucción nacional” que ejecutó su antecesor, defendió a la democracia como la gran victoriosa en las elecciones e hizo un diagnóstico “aterrador” sobre la herencia recibida en términos de políticas públicas.

Télam

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