Madrid y Granada registran sendos casos de estrangulamiento consentido para llevar la respiración al límite que acaban con una niña hospitalizada sin daños graves
Lo llaman el “juego de la muerte”. Es una práctica entre adolescentes que consiste en presionar la carótida hasta que el cerebro achaca la falta de oxígeno y provoca la pérdida de consciencia. Aunque lleva tiempo circulando por las redes sociales, esta semana se han registrado dos casos en España. El último es el de una menor de 12 años de la localidad madrileña de Pinto que el pasado jueves acabó en el hospital tras perder el conocimiento después de que un grupo de amigas le oprimieran el pecho rodeándola con los brazos por detrás para cortarle la respiración. El “juego”, que era consentido, según informó la Policía Local de Pinto, no dejó secuelas graves en la joven, que el mismo jueves abandonó el centro sanitario en “buen estado” aunque “asustada”.
“No es algo nuevo que los adolescentes se compriman el cuello para producirse una sensación de mareo”, señala María Jesús Esparza, especialista en accidentes infantiles de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria. En su opinión, cuando los jóvenes graban y suben estas prácticas a las redes sociales buscan “llamar la atención”, “divertirse” y “seguir al grupo”. “No quieren suicidarse, sino hacer algo fuera de lo habitual y quedar como los más valientes. No tienen conciencia del peligro porque todavía no tienen la cabeza bien estructurada y creen que son inmortales, siempre van buscando experiencias límite”, agrega la pediatra.
Un caso similar se registró en Granada el pasado lunes, donde tres adolescentes de 14 y 15 años grabaron un vídeo a la salida del instituto en el que apretaban el cuello a uno de ellos simulando un estrangulamiento como parte de un juego aceptado por todos ellos. El clip empezó a circular por grupos de WhatsApp y un estudiante decidió ponerlo en conocimiento de la Policía Local de Granada a través de su cuenta de Twitter. La Fiscalía de Menores, que no tiene constancia de denuncias previas de las familias de los chicos, ha recibido un informe elaborado por la dirección del instituto granadino y está a la espera de los resultados de la investigación policial, informa Javier Arroyo.
“Es una práctica muy peligrosa que puede acabar con un coma vegetativo o incluso con la muerte”, advierte Xavier Díaz, coordinador del grupo de trabajo del niño y el adolescente de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria. “Es incomprensible que se propague con tanta rapidez entre los adolescentes y que se quiera replicar cuando no produce placer, sino todo lo contrario”, añade. La falta de oxígeno provoca la llamada anoxia cerebral; a más segundos sin oxígeno, mayores daños neuronales. “La reducción de oxígeno y la disminución del riego sanguíneo durante cuatro o cinco minutos puede generar daños irreversibles, desde parálisis cerebral a déficit cognitivo, motor o del habla”.
Cuando la menor de Pinto perdió el conocimiento por quedarse sin oxígeno cayó al suelo y se golpeó la cara, esa caída le provocó un hematoma y una brecha en una de las cejas. El “juego” comenzó pasado el medio día en una calle de la ciudad y fue la abuela de la joven la que acudió a socorrerla y llamó al 112. El servicio de emergencias de Pinto la trasladó al Hospital Universitario Infanta Elena de Valdemoro, de donde salió pasadas unas horas sin daños graves.
“Hay que tener en cuenta que no solo lo hacen en grupo, sino en solitario. Las familias deben estar muy alerta de posibles señales físicas como marcas en el cuello o irritaciones en los ojos”, indica la doctora María Jesús Esparza. En la investigación El juego de la asfixia: un juego potencialmente mortal, publicado en 2010 en la revista Anales de Pediatría, se habla de los peligros de esa práctica, que definen como “comportamientos que buscan una breve euforia por la disminución del flujo de oxígeno en el cerebro”. En el informe se documentó la muerte de un joven español de 15 años que perdió la vida al ahorcarse de forma accidental durante un “juego asfíctico”, él solo en su habitación.
Otro estudio de Estados Unidos —del Centro de Control y Prevención de Enfermedades—, analizó la muerte de 82 chavales entre 1995 y 2007 como consecuencias de esas prácticas. “Es crucial la prevención por parte de las escuelas y las familias. Con Internet, las ansias por imitar corren como la pólvora”, remarca la pediatra.
Primer caso
Se trata del primer caso de esas características que se registra en Pinto, según confirmó la Policía, que trasladará el caso a la Fiscalía de Menores. Los agentes activaron ayer un dispositivo especial para informar a los alumnos, a sus familias y a los profesores del riesgo neuronal que conllevan estas prácticas. Pilar García, madre de dos niñas escolarizadas en centros públicos de Pinto, se mostraba ayer inquieta. “Preocupación hay, pero como madre adviertes de lo que no se debe hacer”, aseguró. En el colegio público de su hija pequeña, el Buenos Aires, sucedió algo parecido hace dos semanas y los docentes mediaron para que no se repitiera. “Era parecido, pero sin estrangular”, explicó su hija Paula, de once años y dio algunos detalles más. “Un amigo se desmayó y lloró, no por la caída, sino por las tortas que le estaban dando para que se despertara”, añadió.
A pocos metros de distancia, en el colegio concertado Sagrada Familia, también en el centro del pueblo, el ambiente es otro. Nadie parece conocer el tema. Pero la escuela sí ha reaccionado. Ana Isabel Quintana, de 43 años, es madre de un niño de nueve años y profesora en ese centro. “Estamos intranquilos, es algo que nos da mucho miedo. Los niños están expuestos a mucha información dentro de la Red y les tenemos que enseñar qué es lo que tienen que ver. En teoría, aquí no ocurre, pero ellos están expuestos a todo”.
Los agentes tutores de la Policía Local —que cooperan con los centros escolares para asegurar una buena convivencia— informan a lo chavales en diferentes charlas a lo largo del año sobre los peligros de Internet, como los delitos contra la intimidad o la sextorsión (difusión de imágenes sexuales sin consentimiento). En el instituto de Granada, el equipo directivo también se ha volcado con el suceso y ha implicado a la policía y las familias.
EL PELIGRO DE LA RÁPIDA PROPAGACIÓN POR WHATSAPP
“No es que difundieran los vídeos por las redes sociales con la intención de que el mundo entero los viera, sino que lo hicieron a través de aplicaciones de mensajería en el entorno cercano porque los consideran graciosos. Ahí es donde entra la responsabilidad de los padres”, considera María Zabala, fundadora de la plataforma iWomanish, sobre el uso que hacen las familias de la tecnología. “El asunto crucial es que los niños de 12 años no siempre son, ni tienen por qué ser, conscientes del peligro de estas actividades. Si, como progenitores, les damos un móvil y les dejamos que utilicen WhatsApp, no se trata de que les espiemos, pero sí de informarnos de qué clases de contenido comparten”, explica.
Cerca del 90% de los adolescentes españoles entre 14 y 16 años disponen de dos a cinco dispositivos digitales personales y el 86% reconoce un uso “muy habitual” del móvil, según el estudio Las TIC y su influencia en la socialización de adolescentes, publicado el pasado enero por la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, que ha estrenado una línea de apoyo contra adicciones tecnológicas.
Zabala, experta en alfabetización digital, recomienda dos aplicaciones: Family Link, para Android, y En familia, para dispositivos Apple. Esas herramientas permiten que cada vez que el menor quiera descargarse alguna aplicación llegue un mensaje a los dispositivos de los padres, quienes tienen que autorizar, o no, dicha descarga. Zabala advierte de que, en ocasiones como esta, son los medios de comunicación los que viralizan esos contenidos al difundirlos de forma masiva. Los chavales a través de sus grupos de WhatsApp no tienen ese poder. Por eso hace una llamada de atención a la responsabilidad.