La cuenta regresiva llegó a su final. Y la locura por el fútbol se desató finalmente en Qatar. Antes de que la pelota empezara a volar de un lado a otro, la fiesta inaugural se robó la escena en el estadio Al Bayt de Al-Khor, una ciudad que está a unos 45 minutos de Doha y que está emplazada, literalmente, en el medio del desierto. Después de que Marcel Desailly, aquel exquisito campeón del mundo en 1998, le devolviera a la FIFA la Copa del Mundo que tenía su Francia desde Rusia 2018, el estadio estalló como en un grito de gol cuando asomó la familia real.

El emir Tamin bin Hamad Al Thani fue vitoreado como si fuera el César al llegar a Roma tras la conquista de las Galias. Se acomodó en su palco junto con Gianni Infantino, su principal aliado en este Mundial de Medio Oriente. Una Copa del Mundo, en un país extraño, por momentos sintético, por momentos mágico, por momentos misterioso, que pretende que el mejor fútbol del planeta acalle todas las críticas que despertó desde Occidente, esas que el propio presidente fustigó con inusual dureza en su incendiario discurso de apertura.

Apenas pasadas las 17.40, después de una mini presentación de DJ Tiesto, comenzó un fastuoso show que tuvo como anfitriones al actor Morgan Freeman y Gahnim Al Muftah -una reconocida figura local que tiene una enfermedad rara que no permite desarrollar la parte inferior del cuerpo-. Hasta hubo camellos dentro del campo de juego donde un rato después jugarían el anfitrión Qatar y el Ecuador de Gustavo Alfaro. Apoyados en un sincrónico juego de luces y un grupo de bailarines, los dos hosts fueron narrando una historia que buscó que el mundo occidental conozca la lucha, el sufrimiento y la superación de los pueblos árabes. Y, sobre todo, dejar atrás las diferencias.

De repente, tras un veloz intervalo, camisetas gigantes, en representación de los 32 equipos que participan del torneo, que dieron una especie de vuelta olímpica mientras sonaban las canciones típicas de cada seleccionado. No faltó, obviamente, el “vamos, vamos, Argentina”. También desfilaron las mascotas de todos los Mundiales, con las marchas oficiales como banda de sonido, que le dieron la bienvenida a La’eeb.

Después de las negativas de Dua Lipa Rod Stewart, el show musical estuvo a cargo de Jung Kook, el cantante de la popular banda surcoreana BTS, pasión de adolescentes en Argentina. Le hizo la segunda Fahad Al Kubaisi.

Una vez que pasó el tiempo de la música, Freeman volvió a tomar el rol de anfitrión y le dio pie al emir y a su padre, Sheik Hamid bin Khalifa Al Thani. Le acercaron una camiseta representativa a la que el hombre fuerte de este pequeño y multimillonario país le estampó un autógrafo. Otra vez el estadio se estremeció. Hay devoción por la familia real. El mensaje de bienvenida transitó por el orgullo y la unidad.

Cuando estaba a punto de cumplirse la media hora llegó el epílogo de la ceremonia al candor de fuegos artificiales que se desplegaban por el pequeño hueco de cielo que se observa en este estadio semicubierto y con los periodistas agarrándose de los pelos por el apagón de la conexión de internet -la señal funciona con intermitencias-, pero reconociendo el éxito en la prueba de sonido -ensordecedora- y la prueba del frescor -el aire acondicionado estaba a tope-. Se creyó primero que había sido con el objetivo de evitar que se difundieran imágenes de la fiesta, pero el problema subsistió una vez que finalizó. Una falla que no debería repetirse.

Pero volvamos a la ceremonia. Otra vez quedaron en el centro de la escena las camisetas súper XXL y las mascotas que rodearon el símbolo del Mundial, que es el típico chal que se usa en la región que adoptó la forma de ocho para simbolizar los estadios, el infinito legado que dejará la competencia y la forma de la copa que desde este domingo y hasta el 18 de diciembre los 32 equipos sueñan con llevarse por cuatro años.

Parecía que el show había terminado. Pero antes de que salieran Qatar y Ecuador a la cancha, la Copa del Mundo tomó por asalto el círculo central y con otro show de luces y bolas de fuego, el show sirvió como introducción para que Infantino tomara el micrófono. “Queridos amigos, bienvenidos al Mundial, bienvenidos a casa. Bienvenidos a celebrar el fútbol porque el fútbol une al mundo”. El hombre fuerte de la FIFA les abrió la puerta a los futbolistas. Al fin y al cabo, los únicos protagonistas de esta fiesta./Clarín

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