El efecto del uso de las redes sociales en los niños es un área de investigación muy delicada, en tanto padres y funcionarios políticos intentan determinar los resultados de un importante experimento que está en pleno apogeo. Sucesivos estudios han ido añadiendo piezas al rompecabezas, desgranando las implicancias de un flujo casi constante de interacciones virtuales que comienzan en la infancia.

Un nuevo estudio de neurocientíficos de la Universidad de Carolina del Norte intenta algo nuevo mediante la realización de sucesivos escaneos cerebrales a alumnos de secundaria de entre 12 y 15 años, periodo de desarrollo cerebral especialmente rápido.

Los investigadores descubrieron que los niños que revisaban habitualmente las redes sociales en torno a los 12 años mostraban una trayectoria característica, con una sensibilidad a las recompensas sociales de sus pares que aumentaba con el tiempo. Los adolescentes con menos participación en las redes sociales seguían la trayectoria opuesta, con un interés decreciente en las recompensas sociales.

El estudio, publicado el martes en JAMA Pediatrics, es uno de los primeros intentos de captar cambios en la función cerebral relacionados con el uso de las redes sociales a lo largo de los años.

Los autores reconocen que el estudio tiene importantes limitaciones. Dado que la adolescencia es un periodo de expansión de las relaciones sociales, las diferencias cerebrales podrían reflejar un giro natural hacia los pares, que podría impulsar un uso más frecuente de las redes sociales.

“No podemos afirmar que las redes sociales estén cambiando el cerebro”, dijo Eva H. Telzer, profesora asociada de psicología y neurociencia de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill y una de las autoras del estudio.

Sin embargo, añadió, “los adolescentes que consultan habitualmente sus redes sociales muestran cambios muy drásticos en el modo en que responde su cerebro, lo que podría tener consecuencias de largo plazo hasta la edad adulta, preparando el terreno para el desarrollo del cerebro con el paso del tiempo”.

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Un equipo de investigadores estudió un grupo étnicamente diverso de 169 estudiantes de sexto y séptimo grado de una escuela intermedia de la zona rural de Carolina del Norte, dividiéndolos en grupos de acuerdo con la frecuencia con la que informaron revisar Facebook, Instagram y Snapchat.

Alrededor de los 12 años, los estudiantes ya mostraban patrones de comportamiento característicos. Los usuarios habituales informaban revisar las redes 15 o más veces por día; los usuarios moderados, entre una y 14 veces; y los usuarios no habituales, menos de una vez por día.

Los sujetos fueron sometidos a escaneos cerebrales completos tres veces, a intervalos de aproximadamente un año, mientras jugaban un juego informatizado que ofrecía recompensas y castigos en forma de pares que sonreían o fruncían el ceño.

Mientras realizaban la tarea, los jugadores frecuentes mostraban una activación creciente de tres áreas cerebrales: los circuitos de procesamiento de recompensas, que también responden a experiencias como ganar dinero o tener comportamientos de riesgo; las regiones cerebrales que determinan la prominencia, seleccionando lo que se destaca en el entorno; y la corteza prefrontal, que ayuda a la regulación y el control.

Los resultados mostraron que “los adolescentes que crecen consultando más a menudo las redes sociales se están volviendo hipersensibles a la retroalimentación de sus pares”, señaló Telzer.

Los resultados no reflejan la magnitud de los cambios cerebrales, sólo su trayectoria. Y no está claro, según los autores, si los cambios son beneficiosos o perjudiciales. La sensibilidad social podría ser adaptativa y demostrar que los adolescentes están aprendiendo a relacionarse con los demás o podría provocar ansiedad social y depresión si no se satisfacen las necesidades sociales.

Quienes investigan el campo de las redes sociales advierten que no se deben sacar conclusiones generales de los resultados.

“Demuestran que el modo en que se utilizan en un momento de la vida influye en el desarrollo del cerebro, pero no sabemos en qué medida, ni si eso es bueno o malo”, dijo Jeff Hancock, director fundador del Stanford Social Media Lab, que no participó en el estudio. Agregó que muchas otras variables podrían haber contribuido a esos cambios.

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“¿Y si estas personas se incorporaron a un nuevo equipo de hockey o de vóleibol y empezaron a interactuar socialmente mucho más?” se preguntó. Podría ser, añadió, que los investigadores estuvieran “captando el desarrollo de la extroversión, y los extrovertidos son más propensos a consultar sus redes sociales”.

Dijo que el artículo era “un trabajo muy elaborado”, que contribuye con las investigaciones que han surgido últimamente y que muestran que la sensibilidad a las redes sociales varía de una persona a otra.

“Hay personas que tienen un estado neurológico que las hace más propensas a sentirse atraídas por revisar las redes con frecuencia”, dijo. “No todos somos iguales y deberíamos dejar de pensar que los medios sociales son iguales para todos”.

En la última década, los medios sociales han modificado las experiencias centrales de la adolescencia, un periodo de rápido desarrollo cerebral.

Según el Pew Research Center, casi todos los adolescentes estadounidenses se conectan a las redes sociales: el 97% lo hace a diario y el 46% dice hacerlo “casi constantemente”. La investigación ha demostrado que los adolescentes negros y latinos pasan más horas en las redes sociales que los blancos.

Los investigadores han documentado una serie de efectos sobre la salud mental de los niños. Algunos estudios relacionan el uso de medios sociales con la depresión y la ansiedad, mientras que otros encontraron poca conexión. Un estudio de 2018 sobre adolescentes lesbianas, gays y bisexuales descubrió que los medios sociales les proporcionaban validación y apoyo, pero también los exponían a discursos de odio.

Los expertos que reseñaron el estudio dijeron que, como los investigadores midieron el uso de los medios sociales de los estudiantes solo una vez, alrededor de los 12 años, era imposible saber cómo cambiaba este con el tiempo o descartar otros factores que también podrían afectar el desarrollo del cerebro.

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Sin más información sobre otros aspectos de la vida de los estudiantes, “es difícil discernir hasta qué punto las diferencias específicas en el desarrollo cerebral están relacionadas con el uso de las redes sociales”, explicó Adriana Galván, especialista de UCLA en desarrollo cerebral adolescente, que no participó en el estudio.

Jennifer Pfeifer, profesora de psicología de la Universidad de Oregón y codirectora del Consejo Científico Nacional sobre Adolescencia, dijo: “Toda experiencia se acumula y se refleja en el cerebro”.

“Creo que hay que poner las cosas en ese contexto“, dijo. “Otras tantas experiencias que tienen los adolescentes también cambiarán el cerebro. Así que no conviene entrar en una especie de pánico moral por la idea de que el uso de las redes sociales” esté cambiando el cerebro de los adolescentes.

Telzer, una de las autoras del estudio, dijo que la creciente sensibilidad al feedback social no es “ni buena ni mala”.

“Los está ayudando a conectarse con los demás y a obtener recompensas de las cosas que son habituales en su mundo social, que es participar en interacciones sociales online”, afirmó.

“Esa es la nueva norma”, añadió. “Es importante comprender cómo influye este nuevo mundo digital en los adolescentes. Puede estar asociado a cambios en el cerebro, pero eso puede ser para bien o para mal. Aún no conocemos las implicancias a largo plazo”./Clarín

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