Alexander Volkov trabajaba de cuidador en el zoológico de Penza, en Rusia. Allí congenió muy bien con uno de los leopardos de los que se hizo cargo, llamado César.

Era tanta el amor que se tenían, que el animal enfermó después de que el joven dejara el trabajo.

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El propio Alexander se enteró de que el leopardo, de tres años de edad, había dejado de comer. Se preocupó tanto que acordó con el zoológico poder llevárselo a su casa.

Ahora el felino es uno más de su familia. Su amo dice que es como un gato doméstico y que le encanta que lo acaricien.

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